
Introducción
La recomposición corporal, es decir, el proceso de ganar masa muscular mientras se reduce simultáneamente la grasa corporal, ha sido durante mucho tiempo un objetivo esquivo tanto para atletas como para aficionados al fitness. Sin embargo, los avances recientes en nutrición deportiva, fisiología del ejercicio y suplementación han demostrado que este objetivo no solo es alcanzable, sino que puede ser eficaz para mejorar la salud metabólica, la estética corporal y el rendimiento (Babrova et al., 2025).
En esta guía definitiva, exploraremos las estrategias respaldadas por la evidencia científica para lograr recomposición corporal, con un enfoque particular en el entrenamiento de fuerza, la alimentación, la frecuencia del ejercicio, el tipo de dieta, los suplementos recomendados y las consideraciones por sexo y edad.
Capítulo 1: Fundamentos del entrenamiento de fuerza para recomposición corporal
1.1 Qué es la recomposición corporal
La recomposición corporal implica un fenómeno fisiológico altamente complejo en el cual se logra reducir el tejido adiposo corporal mientras se incrementa o mantiene la masa muscular magra. Este proceso desafía el paradigma clásico que sugiere que los procesos de lipólisis (quema de grasa) y anabolismo muscular (síntesis de proteína muscular o hipertrofia) no pueden ocurrir de manera simultánea debido a sus necesidades energéticas opuestas: mientras que la lipólisis requiere un déficit calórico, la hipertrofia demanda un superávit energético.
Sin embargo, estudios recientes han desmentido parcialmente esta visión, demostrando que, bajo ciertas condiciones nutricionales y de entrenamiento específicas, es posible lograr una recomposición corporal eficaz (Babrova et al., 2025). Por ejemplo, el uso estratégico de dietas altas en proteína, combinadas con entrenamiento de resistencia y distribución adecuada de la ingesta calórica, ha demostrado ser una fórmula efectiva para lograr este doble objetivo. Además, la recomposición corporal no solo tiene implicancias estéticas, sino que también mejora significativamente la salud metabólica, reduciendo los riesgos de enfermedades como la diabetes tipo 2, la sarcopenia, y la obesidad visceral (Haines et al., 2022; Stefanowicz et al., 2022).
1.2 Beneficios del entrenamiento de fuerza
El entrenamiento de fuerza (también conocido como entrenamiento de resistencia) no solo es fundamental para mejorar la apariencia física, sino que tiene un profundo impacto positivo en múltiples sistemas fisiológicos y metabólicos del organismo. A continuación se describen algunos de los principales beneficios basados en evidencia científica:
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Aumento de la masa muscular magra: El entrenamiento de fuerza estimula la síntesis de proteínas musculares, lo que conduce a un incremento en la masa muscular. Esto tiene un efecto directo sobre el metabolismo basal, ya que el tejido muscular requiere más energía para mantenerse, incluso en reposo. Un mayor volumen de masa magra se asocia con una mayor tasa metabólica en reposo, lo cual facilita la pérdida de grasa corporal (Zampino et al., 2020).
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Mejora de la sensibilidad a la insulina: La resistencia a la insulina es un factor clave en el desarrollo de la obesidad, la diabetes tipo 2 y otras enfermedades metabólicas. Estudios han demostrado que el entrenamiento de fuerza mejora la sensibilidad a la insulina al aumentar la captación de glucosa por el tejido muscular, reducir los niveles de insulina circulante y favorecer la regulación glucémica (Stefanowicz et al., 2022).
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Preservación de la masa muscular durante el déficit calórico: Durante las dietas hipocalóricas, existe un riesgo elevado de pérdida de masa muscular además de la grasa. El entrenamiento de resistencia actúa como una señal anabólica que protege el músculo esquelético del catabolismo durante la restricción energética, especialmente cuando se combina con una ingesta adecuada de proteínas (Roth et al., 2022).
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Reducción de grasa visceral y subcutánea: Si bien el entrenamiento aeróbico ha sido tradicionalmente promovido para la pérdida de grasa, el entrenamiento de fuerza también produce reducciones significativas en la grasa corporal, especialmente en la grasa visceral, que está asociada a un mayor riesgo cardiovascular. La combinación de entrenamiento de fuerza con restricción calórica ha demostrado ser especialmente eficaz para optimizar la pérdida de grasa total y mejorar la composición corporal (Lopez et al., 2022).
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Fortalecimiento del sistema musculoesquelético: El entrenamiento de fuerza incrementa la densidad mineral ósea, mejora la estabilidad articular y reduce el riesgo de lesiones. Estos beneficios son particularmente importantes en adultos mayores, ya que ayudan a prevenir caídas, fracturas y condiciones como la osteoporosis (Thomas et al., 2021).
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Impacto positivo en la salud mental: Varios estudios han encontrado que el entrenamiento de fuerza se asocia con mejoras significativas en la autoestima, la percepción corporal y la disminución de síntomas de ansiedad y depresión, contribuyendo al bienestar general (O'Connor et al., 2010).
En conjunto, estos beneficios posicionan al entrenamiento de fuerza como una herramienta fundamental no solo para mejorar la estética física y la recomposición corporal, sino para optimizar la salud integral a lo largo del ciclo vital.

Capítulo 2: Proteínas, timing y suplementación
2.1 Ingesta diaria de proteínas
La proteína es el macronutriente fundamental en la recomposición corporal debido a su papel esencial en la síntesis de proteínas musculares (MPS) y en la preservación del tejido magro durante los periodos de déficit calórico. Las recomendaciones actuales para personas que entrenan fuerza se sitúan en un rango de 1.6 a 2.2 g/kg de peso corporal/día, dependiendo del nivel de actividad, el estado nutricional y los objetivos del entrenamiento (Antonio et al., 2020).
Investigaciones recientes han demostrado que ingestas de proteína más allá de los 2.2 g/kg pueden seguir siendo beneficiosas en algunos contextos, como durante fases de pérdida de grasa en culturistas o atletas de alto rendimiento, donde preservar la masa muscular es prioritario. Sin embargo, consumos superiores a 3.0 g/kg/día no han demostrado mejorar significativamente la hipertrofia muscular en comparación con ingestas moderadas, y podrían aumentar la carga renal y hepática si se mantienen de forma crónica sin control médico (Bagheri et al., 2023).
Además, el contexto metabólico del individuo influye en sus necesidades proteicas: personas con obesidad, adultos mayores o mujeres en menopausia pueden requerir adaptaciones específicas para maximizar la retención de músculo. En adultos mayores, por ejemplo, el umbral de activación de la síntesis proteica es más alto, lo que significa que necesitan una mayor dosis de proteína por comida (25–40 g) para inducir una respuesta anabólica adecuada (Moore et al., 2015).
La proteína no solo contribuye al mantenimiento estructural del músculo, sino que también promueve mayor saciedad y gasto energético por efecto térmico, lo cual es útil durante la restricción calórica (Tinsley & La Bounty, 2015). Estos efectos combinados convierten a la proteína en una herramienta clave tanto para mejorar el rendimiento físico como para facilitar la pérdida de grasa.
Por lo tanto, una estrategia adecuada de recomposición corporal debería considerar una ingesta de proteína elevada pero controlada, ajustada a las características del individuo, y distribuida a lo largo del día para maximizar su eficacia.
2.2 Distribución y momento del consumo proteico
Aunque la ingesta total diaria de proteína es el factor determinante para la síntesis de masa muscular, estudios recientes han subrayado la importancia de la distribución temporal de esta ingesta a lo largo del día. En particular, se ha observado que dividir el consumo de proteínas en múltiples comidas (idealmente entre 3 y 5) puede maximizar la síntesis proteica muscular (MPS) debido a la estimulación repetida de las vías anabólicas en el músculo esquelético (Aoyama et al., 2021).
Esta estrategia se apoya en la idea de que existe un umbral mínimo de proteína por comida (alrededor de 20 a 40 gramos dependiendo de la edad, el sexo y el tamaño corporal) necesario para activar de manera óptima la MPS. Si se concentra la ingesta proteica en pocas comidas, especialmente al final del día, se desaprovecha parte de su potencial anabólico. Además, consumir una cantidad significativa de proteína en el desayuno ha demostrado estar asociado con un mayor índice de masa muscular esquelética en adultos mayores, población especialmente vulnerable a la pérdida de masa magra (Wirth et al., 2020).
Otro punto clave es el consumo de proteína en la comida postentrenamiento. Aunque el concepto de "ventana anabólica" ha sido debatido, la evidencia actual indica que consumir proteína dentro de un rango de 1 a 2 horas tras el ejercicio puede maximizar la síntesis proteica, especialmente cuando se entrena en ayunas o después de largos periodos sin comer (Morton et al., 2018).
En resumen, una distribución uniforme de la proteína, que incluya una porción significativa en el desayuno, comidas principales y tras el entrenamiento, puede tener un efecto acumulativo positivo en el mantenimiento y crecimiento del músculo, y es altamente recomendable como parte de una estrategia de recomposición corporal eficiente.
2.3 Proteínas animales vs vegetales
Las proteínas animales, como las provenientes de carnes magras, huevos, lácteos y pescados, poseen un perfil completo de aminoácidos esenciales, lo cual las convierte en fuentes de alta calidad para estimular la síntesis proteica muscular (MPS). Su digestibilidad y contenido en leucina, un aminoácido clave en la activación de la vía mTOR, les confiere una ventaja en cuanto a su eficacia anabólica (Phillips, 2014).
No obstante, con una adecuada planificación, las dietas basadas en proteínas vegetales también pueden ofrecer resultados comparables. Las fuentes vegetales de proteína, como las legumbres, los cereales integrales, la soja, la quinoa, el cáñamo y los frutos secos, suelen ser deficitarias en uno o más aminoácidos esenciales. Sin embargo, al combinar inteligentemente estas fuentes por ejemplo, arroz con lentejas o tofu con quinoa se puede lograr un perfil de aminoácidos completo.
Además, estudios recientes han demostrado que una dieta completamente basada en plantas puede ser igualmente efectiva para promover ganancias de masa muscular, siempre que se consuma una cantidad suficiente de proteína total y se mantenga una variedad nutricional adecuada (Hevia-Larraín et al., 2021). La investigación también sugiere que los suplementos de proteína vegetal (como proteína de guisante o arroz) pueden ofrecer beneficios similares a los de la proteína de suero si se consumen en dosis equivalentes (Lynch et al., 2020).
Cabe destacar que las dietas vegetales suelen ser más ricas en fibra, antioxidantes y compuestos antiinflamatorios, lo que puede mejorar la salud metabólica general y facilitar la recuperación tras el ejercicio. Sin embargo, es crucial monitorear el aporte de micronutrientes clave como la vitamina B12, el hierro y el zinc, que suelen encontrarse en menor concentración o biodisponibilidad en alimentos de origen vegetal.
En conclusión, tanto las proteínas animales como las vegetales pueden formar parte de una estrategia eficaz de recomposición corporal. La elección debe basarse en las preferencias personales, éticas, culturales y la tolerancia digestiva del individuo, siempre asegurando una ingesta adecuada de proteína total y diversidad nutricional.
2.4 Suplementos clave: creatina y ácidos grasos
Los suplementos pueden desempeñar un papel importante como apoyo estratégico en una rutina de recomposición corporal, especialmente cuando se busca maximizar el rendimiento, la recuperación y los resultados de la dieta y el entrenamiento. Dos de los suplementos con mayor respaldo científico son la creatina y los ácidos grasos omega-3.
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Creatina monohidrato: Es uno de los suplementos más investigados y eficaces en el ámbito deportivo. La creatina actúa incrementando las reservas de fosfocreatina en el músculo, lo cual permite una mayor producción de ATP durante ejercicios de alta intensidad y corta duración. Esto se traduce en mejoras significativas en fuerza, potencia y volumen muscular (Bonilla et al., 2021). Además, tiene un papel en la hidratación celular, lo que también favorece la síntesis proteica. Se ha observado que la suplementación con creatina es especialmente efectiva en adultos mayores, ya que puede contrarrestar la sarcopenia (pérdida de masa muscular relacionada con la edad) y mejorar la funcionalidad física. La dosis habitual recomendada es de 3 a 5 g diarios, sin necesidad de fase de carga.
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Ácidos grasos omega-3 (EPA y DHA): Son conocidos por sus efectos antiinflamatorios y sus beneficios cardiovasculares, pero también desempeñan un rol importante en el metabolismo muscular. La suplementación con omega-3 se ha asociado con una mejora en la sensibilidad a la insulina, reducción del daño muscular post ejercicio, mejora de la recuperación y, en algunos casos, aumento en la masa magra cuando se combina con entrenamiento de fuerza (Fernández-Lázaro et al., 2024). Dosis eficaces suelen situarse entre 2 y 3 gramos de EPA+DHA al día.
Ambos suplementos presentan un perfil de seguridad muy favorable cuando se utilizan adecuadamente y pueden potenciar de manera significativa los efectos del entrenamiento de fuerza en personas que buscan ganar músculo y reducir grasa corporal.

Capítulo 3: Estrategias de dieta para perder grasa sin perder músculo
3.1 Restricción calórica intermitente (RCI)
La RCI consiste en alternar días de restricción energética con días de alimentación normal, buscando mejorar la eficiencia metabólica sin comprometer la masa muscular. Ejemplos comunes incluyen el protocolo 5:2 (cinco días de alimentación regular y dos días de restricción calórica) o la estrategia de "refeed days", donde se incluyen días con mayor ingesta calórica, especialmente en carbohidratos, durante un programa hipocalórico. Estas estrategias ayudan a prevenir la adaptación metabólica, que se refiere a la disminución del gasto energético basal tras una dieta prolongada (Campbell et al., 2020).
Diversos estudios han encontrado que la RCI puede preservar mejor la masa libre de grasa en comparación con una restricción continua. Además, mejora la sensibilidad a la insulina, reduce la fatiga percibida y aumenta la adherencia a largo plazo en individuos activos físicamente.
3.2 Restricción progresiva de calorías (PER)
La PER implica reducir las calorías de manera escalonada a lo largo del tiempo, en lugar de aplicar un déficit elevado desde el inicio. Este enfoque ha demostrado mantener más estable el metabolismo basal y mejorar la eficiencia del entrenamiento. Es especialmente útil en mujeres, quienes presentan mayor susceptibilidad a la disminución de hormonas anabólicas como el estrógeno y la leptina durante dietas agresivas (Vargas-Molina et al., 2023).
Asimismo, la PER facilita la adaptación psicológica al déficit calórico, permite ajustes más precisos según la respuesta individual, y disminuye la probabilidad de pérdida de masa muscular cuando se acompaña de un entrenamiento de fuerza adecuado y una ingesta elevada de proteína.
3.3 Dieta cetogénica
La dieta cetogénica, caracterizada por un consumo muy bajo de carbohidratos (<50 g/día), moderado en proteínas y alto en grasas, puede inducir una pérdida de grasa corporal efectiva al favorecer la utilización de lípidos como fuente principal de energía. Sin embargo, su uso prolongado puede tener efectos secundarios relevantes sobre las hormonas anabólicas como la testosterona y el factor de crecimiento similar a la insulina (IGF-1), afectando la capacidad del organismo para ganar masa muscular (Vidic et al., 2021).
Además, la restricción de carbohidratos puede limitar el rendimiento durante sesiones de entrenamiento de alta intensidad o volumen elevado. Aunque algunas adaptaciones metabólicas compensatorias se desarrollan con el tiempo, no todos los individuos responden igual a este patrón alimentario. Por ello, su uso debería ser evaluado según los objetivos específicos y el tipo de actividad física realizada.
3.4 Ayuno intermitente y alimentación con restricción de tiempo (TRE)
El TRE consiste en limitar la ingesta de alimentos a una ventana de tiempo específica cada día (por ejemplo, 8 horas de alimentación y 16 horas de ayuno). Esta estrategia se ha popularizado por sus efectos en la pérdida de grasa y la mejora de marcadores metabólicos como la glucosa en ayunas, la presión arterial y los niveles de insulina (Kotarsky et al., 2021; Lowe et al., 2020).
Aunque algunos estudios muestran una ligera ventaja del TRE en la reducción de grasa visceral, su eficacia para mantener la masa muscular depende de una adecuada distribución proteica y del cumplimiento de los requerimientos energéticos diarios. El entrenamiento en ayunas bajo protocolos de TRE no parece perjudicial, siempre y cuando se asegure una ingesta post-ejercicio apropiada.
En resumen, el TRE puede ser una herramienta útil para algunas personas que buscan adherencia y simplicidad, pero no sustituye la importancia de la calidad de la dieta ni del entrenamiento estructurado en el proceso de recomposición corporal.orporal, pero su eficacia depende del control calórico total y la cantidad de proteína ingerida (Kotarsky et al., 2021; Lowe et al., 2020).

Capítulo 4: Protocolos de entrenamiento efectivos
4.1 Entrenamiento de resistencia (RT)
El entrenamiento de resistencia es el pilar fundamental para estimular el crecimiento muscular, especialmente en contextos de déficit calórico donde mantener la masa magra es prioritario. Este tipo de entrenamiento activa vías moleculares clave como la mTOR, que promueven la síntesis de proteína muscular (Roth et al., 2022).
La evidencia sugiere que un volumen mínimo de al menos 10 series por grupo muscular por semana es efectivo para mantener la masa muscular durante dietas hipocalóricas, aunque individuos más entrenados pueden requerir volúmenes mayores. Además, se ha demostrado que trabajar con cargas moderadas a altas (entre el 65 % y el 85 % del 1RM) y realizar entre 6 y 12 repeticiones por serie genera respuestas óptimas de hipertrofia. Es importante incluir ejercicios multiarticulares (como sentadillas, peso muerto, press de banca) que reclutan grandes masas musculares y permiten aplicar mayores cargas.
La progresión del estímulo es clave. Aumentar gradualmente el volumen, la intensidad o la densidad del entrenamiento favorece adaptaciones continuas. También es importante evitar el sobreentrenamiento y respetar los tiempos de recuperación, especialmente en dietas con restricción calórica donde la capacidad de recuperación puede estar comprometida.
4.2 HIIT + RT
La combinación de entrenamiento de intervalos de alta intensidad (HIIT) con entrenamiento de fuerza ha emergido como una estrategia efectiva para optimizar la recomposición corporal. El HIIT se caracteriza por alternar períodos breves de ejercicio explosivo con intervalos de recuperación, y ha demostrado inducir mejoras significativas en la capacidad aeróbica y la oxidación de grasas.
Cuando se integra con entrenamiento de resistencia, esta modalidad permite una elevada quema calórica total, reducción de grasa visceral y mantenimiento de la masa magra. El HIIT también estimula una mayor liberación de catecolaminas, que favorece la movilización de ácidos grasos. Un protocolo típico podría incluir 4 a 8 sprints de 20-30 segundos con recuperación activa, realizados 2 a 3 veces por semana. Se recomienda realizar HIIT en días separados del entrenamiento de fuerza, o al menos con varias horas de separación, para evitar interferencias adaptativas.
4.3 COM-HI
El enfoque COM-HI combina entrenamiento aeróbico de intensidad moderada a alta con sesiones de resistencia de alta intensidad. Esta metodología ha mostrado ser una de las más efectivas para lograr simultáneamente pérdida de grasa y ganancia de masa muscular, especialmente en personas con obesidad o en adultos sedentarios.
El orden de los ejercicios puede influir en la respuesta adaptativa: realizar primero el entrenamiento de fuerza y luego el cardiovascular parece preservar mejor la hipertrofia. Se ha documentado que entrenar 3 a 4 veces por semana con un enfoque combinado, utilizando ejercicios funcionales y progresiones, mejora la composición corporal, la salud cardiometabólica y la adherencia al programa.
4.4 Frecuencia de entrenamiento
La frecuencia con la que se entrena cada grupo muscular también influye en los resultados. Investigaciones han demostrado que entrenar 2 a 3 veces por semana cada grupo muscular, manteniendo el volumen total semanal constante, produce mayores adaptaciones en fuerza y masa muscular, además de mejorar la oxidación de grasa.
Distribuir el volumen de entrenamiento de manera más frecuente mejora la calidad del estímulo y permite una mayor recuperación entre sesiones, lo cual es crucial durante programas de pérdida de grasa. Este enfoque es especialmente beneficioso para personas con disponibilidad limitada de tiempo o con mayor susceptibilidad al estrés del entrenamiento, como adultos mayores o personas en déficit calórico prolongado.

Capítulo 5: Adaptaciones por edad y sexo
5.1 En mujeres
Las mujeres presentan particularidades fisiológicas que deben considerarse al diseñar programas de entrenamiento de fuerza y nutrición. Durante el ciclo menstrual, las variaciones hormonales influyen en la respuesta al ejercicio. En la fase folicular, los niveles más altos de estrógeno favorecen la síntesis de colágeno y la recuperación muscular, mientras que en la fase lútea se incrementa la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca y la utilización de grasa como sustrato energético, lo que puede mejorar la tolerancia al entrenamiento de alta intensidad (Gharahdaghi et al., 2021).
En mujeres premenopáusicas, un enfoque que considere la periodización del entrenamiento según las fases del ciclo puede optimizar el rendimiento y la recuperación. Por otro lado, en mujeres postmenopáusicas, donde se observa una disminución de estrógenos que afecta negativamente la masa ósea y muscular, el entrenamiento de fuerza combinado con una dieta alta en proteínas ha demostrado ser eficaz para prevenir la sarcopenia y mejorar la composición corporal (Thomas et al., 2021).
Además, la suplementación con creatina puede ser especialmente beneficiosa en mujeres, ya que ha mostrado mejoras en fuerza, masa libre de grasa y función cognitiva en mujeres mayores, sin efectos secundarios significativos.
5.2 En adultos mayores
A medida que envejecemos, se produce un fenómeno conocido como resistencia anabólica, que reduce la capacidad del músculo para sintetizar proteínas en respuesta al ejercicio o a la ingesta de nutrientes. Por ello, las personas mayores requieren estrategias específicas que incluyan una mayor ingesta proteica por comida (30–40 g), entrenamiento de resistencia regular y una adecuada suplementación (dos Santos et al., 2021).
El entrenamiento de fuerza en adultos mayores no solo previene la pérdida de masa muscular (sarcopenia), sino que también mejora la densidad ósea, la función neuromuscular y reduce el riesgo de caídas y fracturas. Se recomienda realizar ejercicios multiarticulares con intensidades moderadas (60–80 % del 1RM), priorizando la técnica y la progresión gradual.
La combinación de proteína de alta calidad, creatina y omega-3 ha mostrado efectos sinérgicos en la mejora de la fuerza muscular, el rendimiento físico y la función cognitiva en esta población. Por tanto, adaptar la nutrición y el entrenamiento a las características fisiológicas de la edad es esencial para mantener un envejecimiento saludable y funcional.
Conclusiones
La recomposición corporal, entendida como la capacidad de reducir el porcentaje de grasa corporal mientras se incrementa o preserva la masa muscular magra, ha dejado de ser una meta exclusiva para atletas avanzados. La evidencia científica actual respalda que esta transformación fisiológica es alcanzable por una amplia variedad de personas, siempre que se adopte una estrategia coherente, individualizada y sostenida.
El entrenamiento de fuerza se erige como el pilar fundamental de este proceso, dado su impacto tanto en la preservación muscular como en la salud metabólica general. Cuando se combina con una dieta adecuada rica en proteínas de calidad, energéticamente bien ajustada y estratégicamente distribuida los resultados pueden ser notables tanto en estética como en funcionalidad. Asimismo, las estrategias dietéticas modernas como el ayuno intermitente, la restricción calórica intermitente o progresiva, y la alimentación con restricción de tiempo, pueden ser herramientas útiles siempre que se adapten al contexto del individuo y se acompañen de un entrenamiento adecuado.
Los suplementos como la creatina y los ácidos grasos omega-3 aportan beneficios añadidos que pueden potenciar los efectos del entrenamiento y favorecer la recuperación, especialmente en adultos mayores y poblaciones vulnerables.
Además, personalizar estas estrategias según la edad, el sexo, la condición hormonal y el estado físico de partida no es solo deseable, sino indispensable. Considerar las diferencias fisiológicas de las mujeres a lo largo del ciclo menstrual, así como la resistencia anabólica en adultos mayores, permite optimizar las adaptaciones y evitar estancamientos o retrocesos.
En definitiva, lograr una recomposición corporal sostenible y saludable requiere la integración de múltiples factores: entrenamiento inteligente, nutrición precisa, descanso adecuado, suplementación fundamentada y una mentalidad comprometida. Este proceso no es lineal ni rápido, pero sus beneficios en salud, rendimiento y calidad de vida hacen que cada paso valga la pena.
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